martes, 31 de marzo de 2009

Cruzada al Graffiti


En estos días de octubre de 2007, se ha puesto en marcha un nuevo plan de limpieza por parte del Ayuntamiento de Madrid (España). En este fragor puritano que envuelve nuestro país, no deja de sorprender que se exciten los buenos pensadores ante cualquier signo de subversión o atisbo de anarquía, intentando alcanzar méritos que poder exhibir y ser premiados, cuando se regenere nuestra modélica democracia y se construya al fin la nueva España. Donde el único color chillón de nuestras calles, ostentado sin permiso oficial, será el rojigualda entelado, a cuyas virtudes se suma el no dejar huella material, una retirada cómoda y su lavado cuando sea requerido. A todo esto se añade, el interés político por instrumentalizar y desviar la atención de ciertos temas, centrando la mirada del ciudadano en asuntos aparentemente fundamentales para el buen desarrollo social y la estabilidad del orden establecido, tan recurrentes y efectivos mediáticamente como puede ser el Graffiti.

 

No deja de sorprenderme tampoco la arrogancia de ciertos representantes de la cultura o el periodismo que se reiteran en ciertos patrones y clichés a la hora de describir esta “lacra social”. Pero claro si no se da valor a algo o, mejor dicho, se menosprecia, por qué se va a mostrar curiosidad y entrar en su estudio y comprensión serias. Igualmente, el tono siempre apocalíptico o alarmista de estos es ya, más que habitual, exigible, pues forma parte ya de los cánones de este género periodístico en vías de consagración.

 

Ahora le toca el turno al veterano periodista, Manuel Martín Ferrand, con su artículo “Basura vertical”, publicado en el ABC, el 5 de octubre, arremete sin concesiones contra el graffiti en toda su extensión. Supongo que todo periodista o columnista que se precie de seguir o mantenerse activo debe de pasar en algún momento por el trance de hablar del tema, le haga gracia o no. Además está de actualidad y ya tiene unas cotas tales de presencia que como nos descuidemos superará a la prensa deportiva o a la del corazón, áreas ambas también de vital trascendencia para el interés público y los intereses políticos.

 

En este particular, el enfoque tomado es el higienista, que suele ser bastante convincente como ya comenté en anteriores textos (le vale de partida al autor el ganarse unos 30 puntos). Un fenómeno que dice que «ha crecido hasta límites irritantes» y que causa angustia. Supongo que la publicidad, las señalizaciones y el mobiliario urbano, la contaminación atmosférica, lumínica, acústica, el flujo de ondas electromagnéticas, hertzianas o la leche en polvo ni superan ni igualan o ni siquiera levantan el más mínimo salpullido en el personal. Y aún más, advierte que «ya no queda en la capital una sola pared virgen de quienes con un spray en la mano no se sienta rival de Rivera o de Siqueiros» y toma como exponente de este sindiós al barrio de Malasaña, no sin razón. ¡Sálvese quién pueda! ¡No hay paredes vírgenes, Santo Dios! ¡Cualquier día se ponen a parir pareditas lloronas! Pero, a pesar de ello, qué bonito homenaje a estos dos muralistas mexicanos. Si no es por esto, ni se acuerdan de citarlos en la prensa diaria. Aunque igual que se les puede ver como rivales, los graffiteros podrían ser considerados sus émulos en cierto modo. En todo caso, sus obras son cosas distintas.

 

Tendenciosamente inicia su discurso sacando a colación el graffiti en servicios públicos, para que salpique bien y dar atmósfera al relato. Aunque eso sí, las referencias escritas que describe y que encuadra en el contexto de la Transición parecen, por sus contenidos, obra de “gente de derechas”, pues se meten con Carrillo (así aprovecha el autor y hace justicia; igual le vale 20 puntos más en la clasificación, por lo de la memoria histórica).

 

Arremete con tal irritación este profesional que llega a confundir graffiti con muralismo y denominar impertinentemente como pintadas a los trampantojos, que sí considera prestigiosos. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Es coherentemente irónico que este tipo de salvadores de la razón desmedida, de la claridad de ideas, alabe el “trampantojo”, ¡ojo! Pero es evidentemente tendencioso meter a colación el muralismo y los trampantojos para hacer de menos a las pintaditas y firmas, saltándose otros tipos de piezas bastante dignas. Es como comparar la pintura naïf con el Renacimiento florentino.

 

Ataca a los escritores de graffiti, sin distinción alguna, sin discriminar categorías o calidades, sin atender a las cualidades de la obra o la sensibilidad de su ubicación, si la obra que hacen es legal o ilegal, y los califica como «majaderos con ínfulas artísticas [que] ensucian las paredes de la ciudad», «pintamonas» (esto hasta es poético) o «enfermizas personalidades» (esto es alarmante o alarmista; le vale 10 puntos más).

 

Incluso se atreve con un ataque directo contra Muelle, Glub y Blek (la rata), con cuya mención, parece mostrar un aire de entendido. Luego condena los reconocimientos que recibió el primero por algunas instituciones (que se produjeron ya durante la etapa de gobiernos municipales de centro-derecha, esto lo silencia; le valdrá 5 puntitos extra) y su presencia en galerías de arte (así advierte también de que los “ineptos” también trabajan en ese mundillo). Aunque hay que decir que los honores municipales que recibió Muelle no se los desea nadie ni al menos famoso de sus vecinos, de penosos que fueron.

 

Luego, desde un desconocimiento de la dinámica histórica del fenómeno o en contradicción hacia su preocupación, dice que este «fenómeno, guarro e incivil, alcanzó su plenitud con la movida madrileña» (15 puntos, que Almodóvar está implícito y más explícitamente condenado), atacando de paso al alcalde de entonces, Enrique Tierno Galván (no iba a ser menos que Carrillo y confundiendo la apreciación cronológica de los homenajes de Muelle hacia aquel periodo; unos 10 puntos). También califica al graffiti como «acumulación de formas y colores sin talento», «pintarrajos», «cochinada», «chafarrinadas» o «basura vertical» (esto no da puntos, ya va con lo que le daba el enfoque higienista).

 

Respecto a la acción del actual gobierno municipal, da una de cal y una de arena. Destaca la simpatía y comprensión mostrada hacia los "pintamonas" por la Concejala de Cultura, Alicia Moreno, (sin duda un signo de debilidad o de peligroso coqueteo con el Demonio; 5 puntitos así porque sí) y parece satisfecho con el endurecimiento, aunque a sus ojos tardío (5 puntitos más, por el celo que pone), de las sanciones, realizado por el Alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, recalcando que la encargada de limpiarlas será el Área de Medio Ambiente, dirigida por la Delegada, Ana Botella (otros 20 puntos, que a saber hasta dónde llega esta política tan competente y emprendedora).

 

Y en este punto es cuando el señor Martín Ferrand obtiene 120 puntos. ¡Qué emoción! ¿Qué haría yo con 120 puntos? Ya sé, me pillaría un colchón de esos blanquitos que ya no tienen muelles, ni se deforman, ni tienen ácaros, ni causan escaras, ni huelen a sus dueños y te sumen en dulces sueños. De los que ya ni merece la pena levantarte, porque todo lo que hay fuera es inhóspito.

 

Ciertamente, con servidores así es fácil justificar y defender la sublevación de los pueblos contra sus señores.

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